domingo, 7 de octubre de 2012

La Despedida



La única vez que vi llorar a mi hermana fue en aquella tarde de otoño en su cochecito rojo circulando por las espesas calles de Montreal. Ella se puso a llorar y yo no supe que decir. Sí, el otoño ya había empezado a mostrar sus signos vitales: un sol más dorado y como más pesado, las hojas de los arces mostrando ya  sus venas de cobre, los paseantes con sus jerseys puestos… Todo indicaba el nuevo clima que llegaba siempre con sorpresa después de un verano húmedo y asfixiante. Mi hermana lloraba detrás del volante de su Honda deportiva. Dijo: “Me hace tanta pena que te vayas”. Yo no supe que decir encerrada en aquel cubículo movedizo, mirando como por ultima vez aquellas arterias de una ciudad que no sabia que amaba tanto porque uno no sabe nada hasta que las cosas simples te golpean la cara, creyendo indispensable el irme de allí, sin objetividad ya las maletas esperando en una habitación y el billete de avión en mi bolso de cuero. Todo estaba listo, no había marcha atrás. Le puse una mano sobre la suya y le dije que nos volveríamos a ver pronto. Ella siguió llorando en silencio, conduciendo con agilidad como si nada. 

2 comentarios:

Lola dijo...

Lydia, te estoy leyendo y son recuerdos preciosos todo lo que leo. Es emocionante verte así y me gusta, es como si te conociera más que antes. Un besdo Lola

Lydia dijo...

Gracias Lola, un abrazo fuerte para tí.