martes, 1 de septiembre de 2009

Cartas a nuestras madres

Cierro los ojos y miro este cielo tan gris y espeso. Pronto será otoño, mi estación preferida.


En mis manos este extraordinario libro que acabo de leer, unas bellísimas cartas de escritoras a sus madres: Letters to our Mothers, I’ve Always Mean to Tell You, An Anthology of Contemporary Women Writers. Y me queda como un pensamiento triste: ¿qué es lo que yo escribiría a mi madre?


Este libro, que es una joya, lo compré hace once años en una librería de segunda mano un mes de junio, en Montreal. Esta librería ya no existe, como ya no existe el Montreal que conocí. Y como ya no existen estas madres y hasta diría yo que ya no existen tampoco estas cartas escritas desde los sentimientos. Todo pasa, todo ya no está. Es la vida.


Me pregunto: ¿Qué es lo que yo escribiría a mi madre? ¿Cómo empezaría la carta? ¿Madre querida? ¿Mamita? ¿Mi querida mamá? Y como respuesta hay como un vacío, un cielo gris y triste como el que veo, cuando abro los ojos como buscando una respuesta, un indicio, un signo…


Estas cartas hablan de dos generaciones, dos mundos totalmente diferentes, hablan de percepciones, de símbolos, de mitos, sueños, proyecciones, de amores frustrados y pasión de amores, de venganzas, ritos, tradiciones. Es también un libro de recetas: como amar, como odiar, como perder y sobretodo como encontrarse con una misma escribiendo una carta a tu querida madre.


Y como volver a descubrir quien era la Madre, la que nos ha dado la vida, como volver a darle gracias por todo, por la vida y las muertes que este encuentro ha significado: llave clave en nuestro camino.


¿Quiénes son nuestras madres? ¿Cómo entenderlas (y del mismo modo entendernos) sin aceptarlas en sus oscuridades y en sus luces estelares, aceptarlas desde el amor incondicional como ellas, la mayoría, nos amaron? Nuestras madres somos nosotras, sus hijas, y nosotras también somos ellas, y así entramos en la danza, aunque no lo queramos, de la espiral, de la mándala de la vida. Que lo queramos o no, cierto. Y esta fatalidad es también nuestra salvación, nuestro camino de vida que hemos elegido aunque nuestras madres.


Para entender a nuestras madres hay que situarlas en su generación, nacidas en los primeros 25 años del siglo pasado. Hay que entender y aceptar la situación de aquellos años, la miseria y también la situación de la mujer. Hay que perdonar los amores que no eran tan incondicionales como se supone, los errores de educación. Y perdonar, entender nuestros actos de rebelión. Ellas también fueron rebeldes, sin embargo. También lucharon, a su manera, para darnos una educación, un sentido del ser Mujer.


Estas cartas, en este magnifico libro, son llantos, son risas, son historias comunes, simples y llenas de sentido. También son como un último adiós, a ellas que ya no están, la mayoría. Pero nunca es tarde para comunicar lo que no se ha dicho, lo no-dicho de una relación tan significativa como es la de madre e hija.


Quizás un día escriba una carta a mi querida madre. ¿Qué es lo que te diré, madre querida, que ya no te haya dicho sin decírtelo? Mis batallas, mis temores, lo importante que fuiste en mi crecimiento interior, lo importante que fuiste en mis miedos y mis fracasos. No se, no se… Quizás un día escribiré una carta para agradecerte, una carta para conmemorarte, un himno a lo que fuiste, y que seguirás siendo hasta mi muerte.