jueves, 1 de abril de 2010

Té y conspiraciones


Mi tía Angelina y yo tenemos algo en común, y es nuestra pasión del té. Es un vicio, un pequeñito vicio pero lo disfrutamos como si fuese un pecado mortal.


Cada vez que hago una visita a mi tía, una vez al mes y nada mas, le regalo un té, un té que ella no conoce, un té sabroso y riquísimo llegado de Afganistán o de Irán o de la India. Y mi tía, que es muy pecadora, se pone toda colorada. No se si se siente culpable o no, por mi parte creo que cada uno tiene que arreglárselas con sus pecados.


Es debido a esta pasión del té que mi tía tiene sus “sábados de te” una vez al mes. Yo estoy invitada y siempre voy a regañadientes. No me gusta la masa humana, no me gusta estar con gente. A mi me gusta la soledad, los libros y estar con mis amigos preferidos, mis perros y mis gatos. Pero voy a casa mi tía porque si no voy mi tía no para de llamar por teléfono y de darme la lata. Al salir de casa siempre verifico si llevo conmigo mi Rescue Remedy, del Doctor Bach. Por si las moscas. No me gustaría tener un ataque de pánico en medio de sus invitados.


Aunque sus invitados son siempre los mismos, o mejor dicho las mismas: Adelaida y Dolores. Las dos son muy simpáticas, pero a mi no me gusta la gente simpática. Así que es de mal humor que me siento en frente de ellas. Y de mal humor que las escucho hablarme de sus ultimas compras, sus ultimas comilonas y sus últimos encuentros con el grupo al que ellas están afiliadas, una especie de secta católica y no muy clara en cuanto a sus objetivos: reuniones secretas donde planifican viajes al extranjero para visitar castillos donde los Templarios vivieron; conferencias muy elitistas sobre temas como los Rosacruz o el Catarismo; películas que visionan sobre cierta realeza… Cuando me hablan de esta organización, que se llama “El grupo de los cinco”, hay que ver como les brillan los ojos y como sus voces toman una pauta lenta y estudiada, muy misteriosos los tonos. Pero si creen que las envidio, se equivocan. Yo no envidio a tanta tontería, francamente. La vida es muy simple cuando una vive con perros y gatos y en un pueblo de 20 habitantes. ¿Tan difícil es entender esto? ¿Y para que complicarlo todo con tanto misterio?


Además a veces leen autores de una gran insipidez, como el tan conocido Dan Brown. En fin, cada uno con su locura. Y que me dejen, eso sí, en paz con la mía.


Mi tía ofrece un té muy convencional, el bueno lo guarda para ella, que toma siempre a solas con sus tres gatos, Némesis, Pandora y Frankenstein. Pero con su té siempre hay pastelitos de primera cualidad. A mi me encantan, pero no solo a mí. Adelaida y Dolores parecen dos serpientes comiendo los pastelitos, así que me tengo que apañar para almenos comerme uno o dos. El resto aquí te he visto y aquí ya no estas.


La Dolores últimamente está muy extraña. Tiene una mirada muy perdida y es debido, según Adelaida, a un descubrimiento que ha hecho sobre terremotos. Dice que estos están provocados por la mano del hombre con maquinas sofisticadas que pueden cambiar el temporal y todo. Yo no me puedo creer tanto absurdo afán de incongruidades. Y siempre me gusta molestar a la Dolores, es un pequeño vicio que me procura mucho placer.


- ¿Y no es posible, Dolores, que estos terremotos estén provocados por la mano de una mujer?


Dolores me mira con disgusto mientras se zampa un pastelito en un cuarto de segundo. Justamente el que yo tenía a la vista. La maldita.


Esta mirada de reproche me recuerda la que tiene a veces Eduardo, uno de mis grandes amigos, ya que de amigos tengo pocos pero eso si, son grandes. Eduardo es de los que están inmersos en esto de las conspiraciones. Otra absurdidad grande como la pirámide de Jufu ya que según mi teoría la única conspiración que tiene sentido sobre esta tierra es la vida misma. Alguien nos jugó una mala broma instalándonos sobre este planeta. Espera que lo coja y ya verás tú.


Lo dicho, esto de las conspiraciones me tiene harta. Los que están implicados en este tipo de intelectualismo no paran. Que si esto o lo otro, que si este atentado y el otro, que si el Nuevo Orden Mundial, que si los Bilderberg, que si los hombres reptiles… Harta no es la buena palabra, más bien asqueada. Como les gusta complicarse la vida. Con lo feliz que uno puede estar solo con un buen libro que trate de la Primera Guerra Mundial y una buen tazoncito de té. Con esto yo me olvido hasta de mi propia existencia. Eduardo se atreve a llamarme a las 3 de la mañana, se atreve a pillarme en plena batalla de Verdún, se atreve a decirme que el presidente Bush es un Anunnaki y que Obama también posiblemente lo sea pero que no está aún muy seguro, le faltan pruebas.


- Y esta terrible constatación, Eduardo querido amigo, me imagino que te impide dormir por las noches ¿no es así?


- Exacto. Menos mal que hay buenas amigas que lo entienden todo.


- Eduardo, me has pillado en plena hecatombe mortífera de Verdún, entre el 21 de febrero y el 19 de diciembre de 1916, justamente cuando Philippe Pétain se esta rascando la barbilla preguntándose si vale la pena tanto muerto para solo un trocito, digo trocito, de tierra… No se si sabes pero esta batalla causó la muerte de 250 mil hombres ¿lo sabias?


- Como no lo voy a saber si me lo has dicho mas de 500 veces.


- Pues eso.


- ¿Pero no te das cuenta que los Annunakis quieren nuestro exterminio?


- Eduardo, apreciado amigo valiente que osa interrumpirme a las tres de la madrugada… permíteme decirte que ya todos estamos muertos. Kaputt. Finito. Hemos todos desaparecido en Verdún una mañana de lluvia. Y basta ya de tanta majadería.


Creo que aquella mañana le colgué el teléfono pero no estoy segura. Aunque esto no impide a Eduardo de llamarme a la hora que le de la gana. Una y otra vez, poco importa el día o el mes. Es un ingrato. Así son los conspiracionistas, una especie que va tomando su lugar pero a fuerza de golpes de puño y de mucha desfachatez. Hasta donde vamos a llegar, dios solo lo sabe.


El tiempo de cerrar y abrir los ojos ya no queda ni un solo pastelito sobre la bandeja de plata que mi tía nos ha dejado sobre la mesita de roble. Rodeando esta mesita un día recuerdo hicimos Ouija. Pero esto es otra historia.


Cuando es hora de irme ya es de noche. Mi tía quiere que me quede, siempre tengo que insistir que mis perros y mis gatos no me dan permiso alguno para quedarme una noche fuera de casa ya que me tienen muy controlada. Antes de salir mi tía me obliga a ir a saludar a Némesis, Pandora y Frankenstein que durante la reunión de té han estado encerrados en otra habitación porque Adelaida es alérgica a los gatos, como mala bruja que debe ser. Mi ti siempre me regala una bolsita con un paquetito dentro, un té que seguramente será buenísimo, más que el que nos ha dado esta tarde. Siempre me voy muy contenta porque sé que por la noche podré tomar un buen té, sabroso y exquisito rodeada por mis perros y gatos y con un buen libro como compañía. ¡Que pedirle más a la vida!

3 comentarios:

Flor de Ceibo dijo...

Contás cosas triviales con tanto humor, que de golpe se transforman en importantes.
Gracias por hacerme reir, cuando no tenemos mucho para hacerlo.

Lydia dijo...

Muchisimas gracias Flor!

Un abrazo,

Lola dijo...

Lydia, superbueno el post. Además muy ameno con cosas importantes y triviales. Te mando un abrazo Lola