domingo, 17 de febrero de 2008

Pedro, yo y un cuadro




Nos hemos parado enfrente del cuadro: dos rectángulos amarillos. Pedro parece muy interesado.

- Pedro, son solo dos rectángulos, digo volviendome hacia él.


Pedro está muy guapo. Lleva un jersey rojo cereza oscura sobre una camisa gris claro. Esta de baja por haberse torcido un tobillo y se ha dejado crecer la barba. Hemos venido a la capital a pasar dos días. Es invierno aún, pero el frescor de la ciudad me gusta, picante y alegre frescor sobre mi piel. Me siento feliz, siempre es así cuando estoy con Pedro. Dos días de amor y cuadros y pinturas y arte. Y Pedro, el mejor cuadro de mi vida. Con su barba de dos semanas parece un pintor de principios del siglo XX. Solo le falta el sombrero.

- Estos dos rectángulos, dice, me están intrigando mucho.

A mí nunca me ha gustado el Arte Contemporáneo. ¿Qué hay de bello en un par de zapatos sobre una mesa rodeados con trozos de papel de diario? ¿O objetos de cocina tirados por el suelo? Cuadros blancos, nítidamente vacíos. Cuadros con manchas, con rayas, cuadrados. ¿Y qué decir de un amontonamiento de basura, cajas de cigarrillos, botellas de Coca Cola? Si esto es arte, entonces me pregunto, ¿qué es el otro arte?

El cuadro que nos hace cara es muy grande, muy ancho, muy espacioso. Para verlo bien nos tenemos que alejar un poco, tomar espacio, separarnos. De lejos los rectángulos amarillos se ven con más claridad. El color amarillo es claro, claro de desierto por la mañana, cuando el sol cae con suavidad. Es un amarillo con mucha luz, una luz que ilumina el rectángulo desde dentro. El color amarillo parece como prisionero del rectangulo. Le digo a Pedro que es un poco ridículo pagar 18 mil euros por un cuadro así. Y además, ¿qué hay de interesante en comprar un cuadro con dos rectángulos?

¿Qué tienen de particular estos dos rectángulos? Son normales y corrientes, perfectamente separados el uno del otro, situados uno sobre el otro, en armonía, casi en simbiosis, pienso. Parecen dos rectángulos amigos, cómplices.

- Me gustan, dice Pedro.


Estos dos paralelogramos, estas líneas relación, en sincronicidad perfecta, suaves en sus rectas, calmantes. ¿Qué estaba antes, me pregunto, la tela, esta superficie amarilla o los rectángulos?

Un cuadro enfrente de mi vida, dos rectángulos amarillos perfectos, proporcionados. Mi vida, mi yo, de repente me parecen imperfectos, mi vida con sus altos y bajos, mi yo con sus metáforas y simbolos, toda yo con sus ondulaciones, sus fallos. Y sin embargo a fuerza de mirarlos, de fijar tanta perfección rectilínia, estos dos rectángulos pierden un poco de su perfil, ahora son realmente dos manchas amarillas más que dos rectángulos, dos manchas en armonía con una forma, en este caso el cuadrilátero. Adaptación, pienso. Un color ha tomado posesión de una representación, y ahora es la coloración que tiene poderío, es la mancha que esta viva, palpitante de energía, de sabor, digo sabor, sabor a horizonte rubio, hay como una quietud de horizonte esplendoroso. Y pienso que también podría ver el planeta entero en estas dos manchas amarillas rectangulares, el planeta, el universo, mi vida, mis amores, la Vida en estos dos cuadros dentro de un cuadro colgado en medio de un gran cuadro que es esta sala, y ella otro cuadro centrado en medio de una gran ciudad que lleva miles de cuadros en su corazón de cuadro de asfalto.

Y que feliz sería si mi cerebro fuese a ratos un perfecto rectángulo en un vacante blanco.

11 comentarios:

Chapellina dijo...

Al igual que los personajes del cuento yo también me dejo llevar por imágenes o cosas que me rodean simplemente para desconectarme de la realidad (aunque sea por un instante)

Imagino que soy aire, algo invisible, un color no sé tantas cosas.

Un abrazo Lidya y gracias por permitirme viajar a través de tus historias :-)

Lydia dijo...

Chape, que ilusión verte por aqui.
Oye, gracias por tus comentarios, siempre me ponen de buen humor y me animan. Hoy estaba un poco triste. Pues al leer tu comentario ya me siento un poco más animada.

(flojito, para que Laika no oiga), psss, este chichurín es mía, se llama Shiva, es una moooooonaaaaaada. Es un Perrito de la Pradera. Tengo dos. Los adoro. Sobre todo que Laika no se entere que te digo esto, se pondría muy rabiosa.

Un besito,

José Cemec dijo...

Precisamente me ha ocurrido esto muchas veces, que me pongo delante de un cuadro y no me dice nada, en cambio otros, me elevan el espíritu. No sé por qué será, aunque indudablemente influye enormemente el estado anímico en el que te encuentres en ese momento.

No soy muy entendido en arte, pero jamás daría tres millones de pesetas por un cuadro. Pienso que el dinero está para otras cosas más importantes. Claro que al que le sobra el dinero puede darse esos capricho, pero incluso así, yo no lo haría y lo emplearía en construir y/o adecentar una sociedad protectora de animales, por poner un ejemplo. Eso me elevaría muho más que la visión de todos los cuadros del mundo.

Pero ya se sabe, el libro de los gustos se quedó en blanco.

Un abrazo, me gustó el relato.

Lydia dijo...

Gracias Black. Yo tampoco pagaría tanto dinero por un cuadro, antes me compraba una jeep de segunda mano. Además el arte contemporaneo no me gusta. Creo sinceramente muchas veces que es una tomadura de pelo. Pero es interesante ir en un museo de Arte Contemporaneo, hay una quietud ante tanto vacio. :)

Un beso,

Chapellina dijo...

Hola Lidya, que chévere saber eso. Pasaré siempre que pueda para alegrarte.

Tu perrito es bellísimooooooooooooooooooooooo. Que suerte tienes de poder tenerlos :-)

No sé qué tienes, pero a sonreír eres muy linda para estar triste. T.Q.M

Daniela dijo...

Dos rectángulos, y de ellos a salido este cóctel de palabras y sueños...da igual su valor monetario, es precisamente el que no se puede mercantilizar el que importa.
El arte como la vida, está sujeto a la mano creadora, lo demás continua siendo observación y opinión.
Felicitaciones Lidya y arriba ese ánimo con lo que vas a emprender, los cambios siempre son positivos, lo negativo es sentirse estancado/a.
Un abrazo.

Lydia dijo...

Gracias Daniela por tu comentario y tus animos.

Un abrazo,

TU MADRE dijo...

Y vole hasta perderme y encontrarme en tu fantastico cuento.
>Muy buena vida para vos.

Ezequiel dijo...

Hola Lydia!!!otro hermoso cuento!!
Beso enorme!!

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

También me gustó, especialmente toda la filosofía de su parte final. Durante muchos años he visitado museos deteniéndome mucho tiempo en un cuadro. Analizando lo que contenía, lo que quería decir el artista. Eso eso un gozo para el que ni siquiera hace falta saber de arte.

Saludos.

Lydia dijo...

Gracias goathemala por tu comentario. Para mí, que no soy una experta en pintura, me fué muy dificil escribir este cuento. Que decir ante lo abstracto? Es un misterio el arte abstracto. Enfrente de un arbol hay mucho que decir, o nada, que es lo mismo, un silencio complice. Un arbol tambien es arte, no hay para mí nada más artistico que un arbol. O un cuerpo humano. O una cara. Hasta una casa. Tú lo sabes mejor que yo, fotografo. Pero ante un circulo o un rectangulo, que pasa?

Un beso,