Cuando estoy triste recuerdo el Senegal donde fui mujer
feliz. Y recuerdo aquellos niños, en la playa de Saint-Louis, antigua capital. Ellos
habían venido y rodeaban como pequeños bambis, sonriendo y riendo, me rodeaban
de su presencia integra. ¿Por qué has venido hasta aquí? preguntaban. Yo no
sabia que decir. Miraba en sus ojos una alegría que era mía, una sabiduría que desconocía
totalmente. Sus risas, que eran risas naturales como el canto del mar, me
calmaban. Cuando estoy triste los recuerdo, cuerpos oscuros sobre aquella arena
de plata. Reían, sus manos tibias bailaban en los aires, suaves y ligeras como libélulas
de oro. Los recuerdo tanto aquellos niños sabios y dulces y buenos. Sí, cuando
estoy triste vuelvo sobre aquella tierra de cobre, ando las calles polvorientas
de la ciudad de mi amante, ahora tristemente cubierto de tierra suave en el
cementerio. Hubiese tanto querido volver a oír tu voz de tamtam.
martes, 27 de noviembre de 2012
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2 comentarios:
La memoria suele (por suerte) enfatizar las buenas experiencias, mientras que las malas se hacen irreales con el tiempo. Los grandes amores siempre son agri-dulces pero el tiempo los madura y terminamos recordando solo la dulzura. Por eso es, quizás, una bondad no volver a encontrarnos con los amantes de la juventud. Es mejor guardarlos, secretamente en nuestra memoria como una mariposa atrapada en ámbar, la pasión, el deseo , el incandescente roce de piel sobre piel, los juramentos jadeados a media voz … para siempre intactos y a salvo de la implacable realidad.
Siempre habrá recuerdos donde refugiar nuestra tristeza. Siempre habrá recuerdos que nos devolverán la risa cuando más lo necesitemos. Te amo amiga mía, a ti y a tus cuentos.
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