martes, 8 de enero de 2008

Entre un hombre y una mujer







En el sueño un hombre y una mujer se desean .Es, simplemente, una historia que me llena de alegría y felicidad. Y al despertarme soy agua y luz.


Es tan simple, pienso, entre un hombre y una mujer. ¿Y por que será tan complicado?



Todo el día he pensado en el deseo. En las veces que he vivido esta energía tan potente. En los hombres que han despertado en mí este fuego incandescente, único, casi tan amarillo como el sol, con su fuerza. Y por qué con ciertos hombres sí y con otros no. En la lección del deseo, en la vida de una mujer. En mi vida.


Recuerdo… No hace tanto tiempo. Estuvimos juntos unos días de verano, quizás fue un mes de agosto tierno y húmedo, aquella cama que yo abrí, de un tirón, y en dónde tú me esperabas con tus alas abiertas. Y me abriste las mías, y hasta me abriste el alma, que es mucho decir.


El deseo entre un hombre y una mujer es la a aparición de esta energía que hace que en nuestros ojos se vean reflejadas algunas estrellas y nuestra cabeza, dónde está también el corazón y el sexo, da vueltas y vueltas como si fuese la tierra.


Hay juego, cuando un hombre y una mujer se desean. Hay mareo. Hay risas. Y los sentidos, todos, se despiertan y vuelven a nacer el hombre y la mujer.


Era una cama muy ancha y blanca en aquel mes de agosto húmedo y tierno. Tú habías llegado de muy lejos, apenas nos conocíamos. Y de repente, entre las sabanas, te reconocí. No sé como fue, pero así fue.


El deseo es luz interior que ilumina, como por primera vez, todo lo que hay y todo lo que tiene que llegar. Inocencia esta luz, sabiduría, sorpresa. Como la tierra en primavera somos, cuando el deseo se apodera de nuestros sentidos, amanecer, onda rica, materna, potente como pasos de gigante enamorado. Y el besar entonces es palabra de silencio. La voz del beso borra el pasado, el futuro. Solo gime este presente inefable, contacto sublime con lo divino y lo carnal.


Aquel verano, aquel mes de agosto húmedo y tierno recuerdo que me encontré con una luz que era la vida misma.


Mira, mira, no tengas miedo de mirar como se aman el hombre y la mujer que se desean... Ve como de repente las manos acarician con más profundidad como si tocasen la tierra con manos de músico, y estos cuerpos que bailan en unión, en conjunto, al mismo ritmo. Ya no hay batallas, diferencias, lucha. Hay, finalmente, armonía.


El deseo que nos unió, aquellos días tan extraños, fue una enseñanza sabia y bella. Aprendí que yo era buena e inteligente, alegre. Que mis ojos podían brillar como la luna. Que mi cuerpo era como la tierra, fuerte como un árbol, resistente como el agua, vibrante como el viento. Y prado verde fue aquella cama.



5 comentarios:

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Bonitas palabras. Es muy útil hacer este tipo de introspecciones porque verdaderamente acabamos enrevesando todo, todo, todo. Y el amor, la pasión, es mucho más sencillo.

Saludos.

Lydia dijo...

Goathemala, bienvenido a este blog y gracias por tu comentario. Por cierto, tu blog es precioso.

Un saludo,

nieve dijo...

Hola lydia, me ha sorprendido maravillosamente este blog, igual que el de conversaciones con laika. Son fantásticos.

Un saludo

Lydia dijo...

Muchas gracias Nieve! Y gracias por tu visita.

Imagine Photographers dijo...

Preciosa manera de describir un sentimiento...me ha gustado mucho, me ha hecho revivir lejanos recuerdos

Saludos