viernes, 2 de octubre de 2009

Los hombres de mi vida


Creo que los hombres en general son buenos, amables, inteligentes. En realidad me gustan mucho los hombres. Los encuentro atractivos, sexys, llamativos. Me gusta escucharlos, me encanta oír sus voces. Me gusta estudiarles la cara, los ojos y sobre todo las ojeras, que siempre me han parecido tan interesantes. El pelo también me gusta mirarlo, y las manos.


He conocido a muchos hombres, hombres buenos, como árboles verdes, hombres malos, ramas torcidas. Hombres insignificantes también, hombres tímidos, otros menos tímidos, otros muy atrevidos. Nunca he tenido miedo de ellos. Y siempre una debilidad para los hombres intelectuales, capaces de hablar de libros, de psicología, de espiritualidad. También hubo un tiempo en que si un hombre no acariciaba a mi perro, al conocerlo, le daba una excusa cualquiera para no verlo nunca más. Pero ya lo dije, en general he conocido a buenos hombres, hombres simples, sanos, perspicaces.


No sé porque pienso en ellos, hoy. ¿Será el viento, afuera? Que llama a mi puerta, trayéndome recuerdos. Muchas caras se me aparecen, Jon, de California, David, Toni, de Seattle, Boris, Louis, François… Son los más importantes, los que me han marcado. Los que han hecho de mí una mujer, o más bien, los que me han permitido ser mujer. Poetas y arquitectos. Esto mi madre no lo entendería. Mi madre se taparía las orejas y sus mejillas se enrojecerían, de repente niña triste y avergonzada. Pero, ¿vergüenza de qué? Claro que sí, madre, que lo quieras o no estos hombres me han inventado. Y yo nací otra y otra vez con ellos. Es así.


Me han enseñado a ser fuerte y a argumentar, bajo la lluvia, bajo soles y estrellas. Con Jon me gustaba hablar de política y él afirmaba que yo era una comunista frustrada. Y me frustraba tanto cuando me decía estas cosas, porque yo de comunista no tengo nada, no creo en ninguna filosofía política, no creo en los políticos, los políticos me dan asco (mi padre estaría satisfecho de mi). Yo solo creo en hombres que hacen el bien para los otros, y hay tan pocos y muchos; yo solo creo en una sociedad justa que no existe, aparte desde la interioridad. Y entonces Jon y yo nos peleábamos tanto… Chillábamos y los vecinos pensaban que nos pegábamos. Discutíamos hasta las pequeñas horas de la mañana, cuando el cielo se despierta y todo es tan suave…


Y ahora Jon ¿donde estas? ¿Acaso has existido? Parece mentira una cosa, y esto todas las mujeres lo saben, lo viven, y quizás los hombres también: pensamos: no seré capaz de vivir sin ti, sin él, no puedo imaginarme un despertar sin tu cuerpo amable y suave, y fuerte como el resplandor de la luna en agosto, a mi lado, siempre a mi lado, no quiero de un futuro sin tu voz, tus manos, tu mente cristalina. Y sin embargo un día llega y hemos hasta olvidado el tierno olor de tu piel, esta piel que tanto nos dolía, hasta el respirar dolía por tanta piel de Jon, y luego de Boris, y de Toni y de los otros. ¿Quién? Mis tantas vidas.


No todos los he amado con la misma pasión, no se ama de la misma manera todas las veces. A Jon lo amé con un entusiasmo rojo que me emborrachaba como el buen vino de Côtes du Rhône te embriaga, catando su vigor, refrescante y profunda en este hombre la tierra, el sabor del viento sobre la tierra en este hombre, en Jon, el sabor de la tierra cuando llueve…


Cada hombre su espacio dentro de mi espacio interior, de mis interioridades, dentro de mi mente, luz, claridad, algunas veces pozos oscuros. Pero recuerdo los buenos hombres, los que me han aportado algo positivo, los que me han permitido crecer y andar por el buen camino. ¿Acaso no es así, un encuentro con el Otro? Conmigo misma y ellos.


Recuerdo a Boris, en Arles un mes de septiembre, mes de vendimia, de abundancia frutal y él fue un fruto delicioso, gozoso. Nos quisimos con tanta fuerza, una energía ocre, color del otoño, una fuerza intensa como el paisaje de la Provence en aquel mes de septiembre calido, suave, sensual. Me parecía, Boris, el hombre más interesante de la tierra y lo era, con su percepción informática, su pasión para los ordenadores, su inteligencia analítica y racional y humana. Eran reconfortantes su objetividad y su paz interior, esta singular calma que me recordaba a mis gatos tomando el sol. Lo necesité porque yo era todo lo contrario. Hizo de mí una mujer un poco más sensata, mas tranquila, más buena. Y también más mala. Los hombres muy buenos siempre acaban pagando un precio duro. Y algunas veces me arrepiento de haberme ido de él, de haberme alejado de su suavidad, de su bondad de oso, animal tierno y compasivo en un momento de mi vida donde yo ignoraba lo que era la compasión.


Pero, ¿y que hacer? Una va andando en la vida, decía mi abuelita cuando le hablaba de mis hombres.


También me enamoré de un intelectual de pura lana, y seguramente mi abuelita también se hubiese reído conmigo de mis tonterías. Lo que me cautivó en François fue un Master que hizo sobre la dictadura de Sekou Touré. Un hombre así...me dije. Nuestra relación duró muy poco, unos meses. Y con que fuerza me arrastró este hombre, obsesionada que estuve por su visión global de una situación política, su empatía para los mártires de una de las dictaduras más duras y terribles que hubo en África. Me fascinaba su inteligencia y su espíritu aventurero en el mundo del análisis. Y su empatía, también los hombres podían sentir dolor, sentir esperanza, y escribir sobre ello.


Pero todo pasa, la vida pasa y los hombres pasan, esto afirmaba mi abuelita acariciándome la frente. Recuerdo ir a su casa del pueblo para consolarme y ella, a sus 80 años, era la única que sabia como hacerlo. Era con esta mujer de profundas arrugas y de gran belleza interior con quien mi corazón se calmaba.


Hombre… mis hombres, mis amantes, mis amigos, mis temibles enemigos, dragones en mi imaginación, dragones buenos y malos. Pero si lo más importante eres tú, susurraba mi abuela la bruja. Nunca le pedí una poción mágica para que los hombres que conocía se transformasen en príncipes. No era necesario, ya lo eran, a mis ojos. Estoy segura que tenia la receta contraria, la abuela: transformar estos príncipes en ranas para que me dejasen en paz. O yo a ellos.


Príncipes, si, de mi vida, que aparecieron en el buen momento, a veces en el mal momento pero es igual, enseñándome que no todo es fácil entre un hombre y una mujer. Enseñándome que para ser feliz no es necesario vivir con un hombre, y si se vive con él, aprendiéndome a diferenciarme de ellos, a separarme para amar mejor, a dejar de lado las tonterías del amor romántico, a conocerme más y más, a aprender a ser mujer libre, a amar mi soledad. El amor, con pasión, con ternura, luego existe la amistad. Esto y mucho más los hombres de mi vida me enseñaron. Y desde aquí les digo gracias.


¿Quien llama a mi puerta? Ah... solo el viento.

11 comentarios:

la granota dijo...

Precioso post!

Lola dijo...

No te encontraba en el otro blog, y además me temo que ya no exista pero he encontrado este con un post tan bonito donde me he sentido identificada.
Ya no quieres a tus antiguas amigas?
Te espero en el mio y te leeré aquí. Un beso Lola
http://boheme.zruspas.org

Ricardo Guadalupe dijo...

Qué bello el texto. Sale desde la serenidad interior y el reconocimiento del otro, con sus virtudes y defectos, pero sobre todo ensalzando las virtudes.

Has tenido una vida con amores hermosos, y supongo que el hombre y el amor seguirán presentes en tu vida, seguro que será así, ahora y siempre.

Yo me he sentido identificado puesto que es cierto que han sido las mujeres las que me han hecho sentir más hombre. Los hombres y las mujeres nos necesitamos como el yin y el yang.

Un abrazo

Lydia dijo...

Amigos, no sabia que habian comentarios para este relato y he aqui mi sopresa! Os agradezco de vuestras palabras. Lola, ahora mismo vengo a visitarte, justamente he entrado en mi blog para encontrar el tuyo.

Ah, los Hombres... Es un tema serio, francamente. Pero que hariamos sin los hombres? No podriamos pelearnos con nadie, ya que por mi parte procuro nunca pelearme con una mujer. Pero con los hombres... me encanta. Y sin los hombres, el mundo seria perfecto, no podriamos pelearnos por un mundo mejor. Seria muy aburrido.

Os abrazo a todos con cariño,

francesc dijo...

Hola Lydia, Por distintos motivos hace tiempo que no leo mucho, pero hoy leyendo tu escrito, me hubiera pasado horas y horas.

Leyendote, sin darme cuenta iba recordando mi viaje...en algunos momentos me he identificado en otros te envidiado un poquito:), pero lo que me ha encantado es el aroma que desprenden tus palabras, dulzura, nostalgia, de intensos recuerdos, vistos desde la tranquilidad y objetividad que nos da el tiempo.

He estado unas semanas en Burgos y al regresar no me funcionaba el PC :(

Te escribiré, Un fuerte abrazo amiga Lydia

Lydia dijo...

FRanki! hoy mismo iba llamar a Interpol para que te buscasen. Estaba bastante preocupada. Espero tu email.

Me gusta lo que dices, Franki: que mi cuento te ha hecho viajar en tu propio cuento, seguramente caras han aparecido, momentos preciosos, objetos, colores, olores. En realidad es esto: la vida es un cuento y nuestro deber es aprender de este cuento. A mi siempre los hombres me han enseñado muchos trucos para que tenga un buen recuerdo de este cuento que es la vida.

Bueno Franki, que pases un buen dia,amigo. Cuidate.

Maripaz dijo...

Lydia, me ha encantado el pots...

Haces un recuénto de los hombres de tú vída muy interesante.

Retázos de vída compartída con séres que amámos y que dejaron su huella en nuestra álma.

Plenitúd de lo vivido con la serenidad que dá el páso del tiempo.

Un lugár en el recuerdo y en el corazón.

Escríbes bién, muy bién...

Besos para tí y lametones para Laika

Lydia dijo...

MariPaz, gracias por tus comentarios. Si, esto tiene de bueno crecer, uno puede ver las cosas como en su totalidad. Es una manera de estar agradecido a la vida, por habernos dado tantas experiencias buenas y malas, y recordar las buenas.

un abrazo,

RosaMaría dijo...

Qué hermosa reflezión me llegó profundo... casi a las lágrimas, después del camino recorrido es de gran mujer ser agradecida a la vida por los conocimientos y relaciones. Un abrazo.

Alma dijo...

Hola, cómo estás?? si pienso en los hombres de mi vida, automaticamente aparece e primer lugar el gran hombre de mi vida que es mi padre, y luego (lo que no quiere decir que es menos importante) mi compañero de ruta, mi amigo, mi amante, a veces lo odio jaja pero dura un instante; el me da paz, y yo le doy motivos para que me de paz jeje, soy muy impulsiva, y enseguida me altero..
Que lindo tu post, me hizo pensar en ellos, y lo afortunada que soy al tenerlos, aunque a veces no sea tan conciente de ello.
Besos!

Franziska dijo...

Un relato que resulta muy literario y, a la vez, escrito en primera persona parece una confesión. Verdad o ficción es interesante leerlo.