Pues sí, hay libros que me recuerdan algunos hombres que han aparecido en mi vida y una de las maneras que tengo para calmarme y para relajarme, hasta diría yo para meditar, es poniendo orden entre estos tantos libros que tengo y que están aquí desde tanto tiempo.
Es interesante ver hasta que punto estos libros míos hacen parte de mi vida, como han hecho parte de mi vida los hombres, y en cada vida de mujer están ellos, y quien diga lo contrario miente. ¿O no? intrínsicamente ligados y enlazados a espacios de mi vida, momentos de mi vida, épocas de mi vida. Cada hombre que mis manos han rozado, acariciado, que mi cuerpo ha deseado, que mis labios han besado... tiene su propia historia pero a la vez la historia de un libro en mi existencia. Son entonces varias historias que contiene un libro, cuando lo tomo entre mis manos, cuando respiro entre sus paginas, cuando leo la fecha inscrita en la primera pagina, el día que lo compré y donde. Y el hombre que amé en aquel preciso instante se me aparece, en aquel mes, en aquella estación de plata, de luna de plata sobre una cama azul y ocre.
Cada libro es único en recordarme todo aquello que fue y aquella que fui. Cada hombre hizo de mí mujer, me creció, me moduló. ¿Te acuerdas? me murmuran el titulo y el autor. Sí, me acuerdo. Entonces se crea como un entendimiento entre el libro y yo, entre este presente y el pasado que sigue presente gracias al libro, entre aquel hombre cuerpo e imagen de una eterna habitación interna, reconocimiento hacia algo tan efímero y fugaz como es el Tiempo en la vida de una mujer.
Poniendo orden en mi biblioteca es como poner orden en mi vida, es mirar aquellos encuentros que hicieron de mi una mujer desde otra perspectiva, desde este espacio seguro que es el libro, un espacio que parece limitado pero que no lo es. ¿Acaso el mar tiene un limite? Ellos, los libros, los hombres siempre estarán. Fuente de vida son y serán.
¿Pero que haces aquí? le pregunto a este libro un poco escondido detrás de otros, como olvidado, dejado de lado. Treinta Cuentos Argentinos de 1880 a 1940 de la editorial Guadalupe con prologo y notas de Angel Mazzei. Me lo regaló Eduardo, un bello argentino de ojos claros y pelo oscuro. Que guapote que era, alto, impresionante sobre todo su mirada que yo sentía cuando le ofrecí el papel de Yerma en el teatro de la Universidad McGill, aquel verano de mis 20 años y se lo dije varias veces, yo no soy Yerma, tú te has enamorado de Yerma pero yo no soy, yo solo he sido esta mujer fuerte y valiente sobre las tablas, en la vida soy otra, más salada si quieres, más débil también y mientras bebíamos un Rhum and Coke en un bar llamado Eucaliptos su sonrisa me recordaba la de Víctor, y acepté lo que nunca hubiese aceptado Yerma de hacer, y acabé entre sabanas color crema en los brazos de Eduardo. ¿Ves como no soy Yerma? le dije después acariciando su suave cara, Yerma nunca hubiese aceptado esta situación. Toma, me dijo él ofreciéndome este libro de cuentos argentinos que ahora acaricio entre mis manos. Acuérdate de mí cuando un día visites Argentina… Y nunca más supe de Eduardo porque decidí que después de todo Yerma me había marcado una pauta y borré así de la faz de mi tierra sagrada a Eduardo, y desaparecí de su vida como él de la mía. Así van las cosas a veces, entre los hombres y las mujeres.
Ah, este otro libro también es muy interesante en mi vida, L’Etat Sauvage de Georges Conchon, ediciones Albin-Michel comprado en un vieja librería de libros de segunda mano por 25 centavos, un libro excelente, vitriolito, casi espeluznante por su visión sobre colonizados y colonizadores, una historia dura como marfil con personajes corruptos, perdidos… y recuerdo con nitidez aquella noche que fuimos a ver la Premiere de la película basada sobre la novela de Conchon, todos estábamos allí, mis amigos africanos y sobre todo mi amado Touré que siempre miraba todo lo que le rodeaba con una cierta relatividad, un détachement suave y triste y hasta me contemplaba a mí de esta manera. La película en aquel entonces no me gustó por justamente el racismo que mostraba con tanta claridad y tampoco yo había leído aún el libro. Cuando lo leí, hace poco, me pareció todo tan claro y tan nítido y ahora entiendo aquella mirada como separada de todo de mi amigo Touré y me perdono mi intransigencia hacia él y la suya hacia mí. ¿Cómo ponerse en la piel de un africano? Es muy difícil y hay que leer también este otro libro que Touré me regaló antes de nuestra separación como amantes pero no como amigos, Peau Noire Masques Blancs de Frantz Fanon editorial Points y donde mi amigo escribió sobre la primera pagina estas palabras : No olvides nunca que todos somos africanos, Touré, Montreal, 1980.
Es así, es así pienso contemplando mi biblioteca que siempre tiene algo que enseñarme, puntos oscuros que de repente se iluminan, desorientan, apuntan.
Curioso, esto de los libros pero mas curioso esto de los hombres. Pero es así, en todo caso es así en mi vida. Hay otros libros, muchos más, hubieron varios encuentros, todos diferentes los unos de los otros, cada uno especial en sí a la imagen de un libro, puertas, ventanas, caminos oscuros, otros muy claros, novelas, libros de psicologia, libros de historia, ensayos, libros que he olvidado, otros que están en lugares especiales de mi vida y de mi biblioteca. En la vida o mejor dicho en las vidas de cada mujer siempre, en lo relacionado al tema de los hombres, desaparecerán algunos, volveran a aparecer otros, importantes, otros menos importantes ya que todo es muy relativo y sobre todo cuando se habla de los hombres pero casi siempre vitales, es un decir. Poner orden en esta mi biblioteca es pues necesario, una meditación apacible, buena, tampoco muy triste. Me doy cuenta de lo mucho que he vivido, de lo mucho que he amado y crecido, de lo mucho que he leído y de lo importante que es recordar con amabilidad aquello que fue y siempre será.
7 comentarios:
Te entiendo
Sigues escribiendo buenos cuentos :-)
Granota, sé que me entiendes porque eres una adicta a la lectura tú tambien. :) Y quien habla de libros habla de la vida.
Joaquin, muchas grancias amigo!
Un abrazo,
Que bonito lo que cuentas. Es verdad que los libros marcan, los hombres menos. Un beso Lola
Poner orden en la biblioteca es reubicarse. Repasas, recuerdas, ves lo que fue, y a veces sorprende como, a pesar de la distancia uno sigue siendo igual, sintiendo igual. Momentos así logran la conciliación con uno mismo, el reencuentro.
Este me ha vuelto a recordar el sabor de otros viejos cuentos tuyos, como aquellos del librito azul.
Y es que la nostalgia también puede ser la caricia de un recuerdo mientras miras el atardecer.
Me gusta este cuento lydia, los libros no solo marcan, sino muchas veces nos marcan el camino, nos lo indican, hace tiempo que ame, junto con mis libros, eramos uno, ellos y yo, no tenia un libro que no leyera y fuera mio, tenia que tenerlo por siempre, ahora ya no siento eso, si conservo los mas amados, pero estoy en el limbo de la vida de los 50 y ahora que hago pues hasta ahora solo he echo estupideces y parece que la vida te pide la factura, quisiera volver al tiempo donde solo salia con un libro en la mano, era mi estandarte, y bueno, conseguire ese libro, igual tiene un camino para mi, un abrazo lydia, siempre un placer leerte
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