sábado, 15 de marzo de 2008

A las nueve de la mañana: el prologo



Me desperté sobresaltada. ¿Qué es lo que estaba pasando?

Sentada sobre la cama miré alrededor mío. El ordenador seguía encendido, lo había dejado así para el Emule. Mis dos gatos, Pilun y Sabrina me estaban mirando desde la puerta de la habitación, los ojos un poco desorbitados. Ellos también, tuve la impresión, habían sentido algo. ¿Pero qué?

Hacía mucho calor en la habitación, un calor penetrante, pesado, bastante pegajoso. Fui a abrir la ventana que daba al jardín y estudié el cielo sin sol y de un azul claro, con tonalidades verdosas hacia el oeste. ¿Por qué hacía tanto calor si no había sol y si estábamos en Marzo?

Antes de dar de comer a mis dos gatos verifiqué si había algún mensaje en mi cuenta electrónica. John, de Dallas, me había enviado un correo:

"Lyma, estamos en una situación de urgencia. Creo que pronto nos cortarán la luz. Ha habido temblores en los dos Polos, como me temía. Todo es bastante caótico, niña. ¿Acaso nos volveremos a ver para saludar el Pino de la Sierra? Buena suerte y ten cuidado. John."


Me quedé atónita. ¿Entonces había llegado el día que tanto temíamos? No podía ser, no, no podía ser. John seguramente estaba equivocado.

Fui de nuevo hacia la ventana y me percaté del silencio. Los pájaros, que cada mañana venían a comer en mi jardín, no estaban. No se oía nada, todo parecía como muerto. Me dirigí hasta el teléfono y llamé a mi hermana.

- Ah, Lyma, eres tú, te iba a llamar. Estoy preocupada. ¿Qué esta pasando?

Le dije que había recibido una carta de John, por correo electrónico, y que decía estar en situación de urgencia.

- Lyma, la radio ya no funciona. Peter acaba de leer por Internet que todos los vuelos de aviones comerciales han sido cancelados por una avería en la mayoría de los radares. Y que ha habido un tremor en el Polo Sur y Norte, pero ya no se puede hacer Internet, ya ningún Servidor está funcionando…

Le ordené a mi hermana que cogiese sus cosas y que viniese a mi casa lo antes posible con Peter y el perro. Mi hermana me dijo que ahora mismo venía.

Colgué el teléfono y quise entrar en Internet pero no hubo manera. Mi hermana tenía razón, se había caído la Red.

Miré a mis dos gatos que ahora no paraban de moverse de un lado a otro, inquietos y nerviosos. ¿Qué tenía que hacer? ¿Qué hay que hacer en un momento como este? Fui a la cocina para verificar si había agua corriente y si funcionaba el refrigerador. La nevera estaba apagada y la luz de la bombilla de la cocina se encendía y apagaba, como si estuviese averiada o mal enroscada. Agua había pero de color verdoso. Cerré la luz y fui corriendo hasta la puerta de la entrada pero al pasar enfrente de mi habitación me di cuenta que el ordenador se había apagado. Cuando abrí la puerta me impactó la quietud de la calle. Una de mis vecinas, la señora Pepi, estaba de pie apoyada en un árbol, mirando algo en el suelo. La saludé con la mano, pero ella no me vio. Me puse un chándal sobre el pijama, cerré la puerta detrás de mí y corrí hacia ella.

- Están muertas, dijo.

Estaban ahí, amontonadas unas sobre las otras, como si hubiesen querido escapar de algo. Eran ratas de campo, bastante grandes pero no se les veía sangre por ninguna parte. Estaban ligeramente hinchadas y de las orejas les salía un líquido espeso y amarillo. Miré a mi vecina, que temblaba ligeramente, como si tuviese frío.

- Tengo miedo, murmuró apretándome el brazo.

Mi corazón latía muy fuerte, cerré los ojos, atenta a lo que me rodeaba. Aparte del silencio percibí una brisa alrededor de mis pies. Y también un ligero temblor, pero muy muy tenue, muy subterráneo. ¿Sería el principio de un terremoto? Y me di cuenta de una especie de movimiento, alrededor mío, como si sintiese por primera vez la tierra dar vueltas. Y entonces la sirena del Ayuntamiento empezó a sonar. Abrí los ojos y vi las puertas de las casas abrirse una tras otra y la gente salir de sus hogares. Vi como nos íbamos mirando los unos a los otros con sorpresa y miedo; unos miraban el suelo, otros el cielo. Niños empezaron a llorar, a quejarse. Perros a ladrar, a aullar. Contemplé, como de muy lejos, como en nuestras caras estaba apareciendo lo que ya nunca más desaparecería, una especie de rictus de desesperación e impotencia. Y nos quedamos así, parados en medio de la calle como estatuas de sal (fue la primera imagen clara que tuve), atentos a esta sirena que nunca hubiésemos tenido que oír.

Eran las nueve de la mañana.

martes, 4 de marzo de 2008

Premio Calidez





He recibido el Premio Calidez para esta pagina de mi amiga poetiza Ideas-Primitivas. Se lo agradezco mucho y lo he acceptado porque viene de ella. Aqui van las reglas:

* Publicarlo en un post haciendo relación al autor y blog de quien te lo otorga.
* Hacer un enlace al blog citado.
* Elegir cinco blogs en los que consideres similares cualidades (calidez) que aquellas por las que lo recibes.
* Enlazar los blogs nominados.
* Hacer constar estas reglas.

Ya lo he dicho: para mí es dificil dar premios (debo ser un bicho raro) porque en cierta medida hay, en este premio, reglas. No me gustan las reglas. Pero tambien he dicho que dar estos premios es una ocasión de hacer conocer a otros blogs y de agradecerles su presencia en este mundo virtual. No soy una gran consumidora de blogs, y los blogs que visito son muy seleccionados. La red es muy grande y mi actitud, como en la vida corriente, es de seleccionar. Selecciono a mis amigos, y selecciono a mis blogs preferidos.

Aqui van los premios atribuidos a:

En la frondosidad

Molière

Extranjeros sin papeles

El blog de Norberto

Los Imagine Photographers

Felicitaciones a todos vosotros, y a los otros, a todos los que estais aqui, presentes, con inteligencia emocional, sensibles a este mundo que nos rodea y que está medio loco. Gracias a vosotros se pueden percivir destellos de luz. Gracias.

sábado, 1 de marzo de 2008

Crónica de la Primera Brisa






Primero hubo la brisa y una nube que cubrió el sol durante mucho tiempo.


Yo la sentí, esta brisa, ligera capa en el aire, un poco pegajosa, viva, espacial. La sentí sobre mis mejillas, mi frente, mi pelo. Ligera, suave, transparente y pegajosa como la miel, si es que una brisa puede tener esta cualidad. Invisible al ojo durante el día y sin embargo por la noche la brisa tomaba un color metálico, se la veía como una suave niebla de pepinitos de oro flotando en el aire, danzante y liviana niebla dorada que lo iluminaba todo de ocre, las casas, las ventanas, los árboles, el suelo.

A poco tiempo desaparecieron los pájaros, los perros, los gatos, los caballos... ¿Dónde fueron? ¿Murieron o simplemente se desplazaron hacia otra parte del mundo?

Esta brisa duró muchos días pero era difícil contabilizar: no teníamos acceso a los medios de comunicación como la televisión, la radio, Internet. Los móbiles pararon de funcionar. Durante este tiempo no pudimos salir de casa, por obligación de la Ley ca34•d567. Solo los militares con sus grandes camiones tenían el derecho de circulación. Iban y venian por las calles vacías de la ciudad cual mastadontes y a paso de tortuga gigante distribuían a cada ciudadano grandes cajas con comida en lata, velas y botellas de agua.

Un día la electricidad se cortó por completo y se proclamó una ley de consumo, la Ley Elect.56mn!d68. La única información que nos llegaba venía en una hoja redactada por el Gobierno del Estado de Alerta, que los militares nos daban junto con la caja hebdomadaria. En ella se nos decía, por ejemplo que "las fronteras siguen cerradas bajo la Ley Front.23%%67nbg.” O: “Se ha aumentado el numero de velas de 10 a 13 por habitante”. O: “El sol va creciendo a una velocidad de 10ª por semana.” También nos informaban sobre los muertos que ya se iban contando por centenares. Pero nadie decía de qué y como. Ni tampoco que es lo que hacia el Gobierno del Estado de Alerta con los cuerpos de los fallecidos.

Fueron días de gran vacío, extraños y solitarios. Días largos, como interminables y sobre todo de noches misteriosas, un poco mágicas. ¿Qué es lo que estaba pasando? El silencio era lo más sorprendente, un silencio profundo como el de una cueva, o como si el Universo, de repente, se hubiese callado. Quizás, sí, la voz del Universo también fuese este silencio plano, llano, vacío, sin eco. Me gustaba escucharlo, apoyada mi frente sobre la ventana, contemplando fascinada la noche ocre, de oro.

¿Qué nos estaba murmurando el Universo? ¿Qué nos estaba diciendo este espacio de repente tan presente?


Y luego llegó el día en que los árboles empezaron a desplomarse, uno por uno iban cayendo sobre el suelo como viejos sabios muertos y al verlos tenía la impresión que algo definitivo estaba ocurriendo, algo irreconciliable. Tambien esta voz de árbol caído y postrado era, para mí, la voz del Universo que nos estaba hablando a su manera.

Sin embargo todo esto, poco a poco, que lo quisiésemos o no, se transformó en cotidianidad. Un día, no sé cual ya que el tiempo no contaba, como sonámbulos salimos en las calles de la ciudad. Lo primero que hicimos fué mirar el cielo nublado, exausto, de un gris apagado y triste. Ya casi me había olvidado de mis vecinos, de mi barrio. Y yo, ¿quien era? Tenía la impresión que en mí tambien algo se había transformado. Y abrazada a un desconocido que pasaba por mi lado (pero quizás era John o Matilde o Philippe) me puse a llorar.

El sol apareció varios meses después y fue durante la Segunda Brisa. Y cuando emergió lo hizo con furia, con fuego, en torrente rojo, voraz y devastador.


Pero esto, esto es otra historia