Siempre recuerdo aquel mes como el mes del cambio, el mes que hizo de mí un ser adulto, al fin.
No es fácil hacerse adulto. Y sin embargo llega un día en que una se mira en el espejo: algo ha cambiado, ya no soy la misma. Una se mira en los sueños: ya no son los mismos, ahora son más claros, más nítidos. Una para de tener pesadillas.
Soñé entonces, recuerdo, en una habitación verde y un hombre me miraba sonriendo. Y decidí pues, con alegría y sabor, con valor, que a partir de entonces solo conocería a hombres buenos. Punto final a los hombres que no aman a las mujeres. A los cabrones, a los egocéntricos, a los machistas.
Hacerse adulta, pensé, quizás es parar de buscarse en los otros pero sí buscarme a mi misma. Es encontrarme y amarme a mi misma. Estos fueron los primeros pensamientos que tuve, aquel mes de agosto pegajoso y extraño, sin lluvia, sin sol. Estirada sobre la cama leía sin parar a Virginia Woolf, a Erica Jong, a Colette. Por las tardes salía con Firgoff y hacíamos largas marchas en el bosque que rodeaba la municipalidad, que me llenaban de una vitalidad calida y verde.
Y es que una siempre cambia, después de un aborto. Una tiene que cambiar. El aborto lleva el cambio en sí.
El aborto siempre ha existido, siempre existirá, como los políticos, la mafia, la miseria. El aborto hace parte de la vida y de la muerte, es un acto de vida y muerte. Y de mucha soledad.
Es un acto femenino, el aborto. Un acto que incluye el cuerpo de la mujer, su vida, su libertad. Nadie sabe lo que es un aborto, solo las mujeres que han abortado lo saben. Y las que abortarán.
Yo tuve un aborto, aquel mes de agosto húmedo y extraño, y no me arrepiento de ello y más, digo que el aborto hizo de mí una mujer más integra, más fuerte y más valiente. Y todo esto, la integridad, la fuerza y la valentía, no se adquieren con facilidad. Abortar no es fácil, es una decisión muy importante, en la vida de una mujer. Es, quizás, la decisión más importante que una mujer tiene que tomar, cuando se presenta la situación. Nadie, ni los consejos de los amigos, ni las leyes, ni las palabras vanas de los trabajadores del Estado, pueden o llegan a ayudar en la toma de la decisión. Una se encuentra, de golpe, ante el vacío, ante un precipicio, ante la nada.
Recuerdo esta nada… Esta Nada… Esta búsqueda en esta Nada. Perdida en medio de lo que de repente era mi vida como parada en un cosmos sin respuesta, pero un Cosmos de repente presente, conciente, vivo alrededor mío, vivo dentro de mí, un Cosmos posible e infinito. Tuve muchas conversaciones con aquellas células vivas en mi cuerpo, aquello que podría ser, aquello que me impedía ser. Flotábamos juntas, sin rumbo, en un océano de incertidumbres, de preguntas sin respuestas, de incógnitas. De repente reflexionaba sobre mi misma, de repente solo contaba YO, este yo insignificante pero un yo que quería ser conciente, conciencia. Ni padres, ni madres, ni amantes, ni amigos, ni libros, solo existía este dialogo en mi misma, en mi cuerpo, en mi existencia, conmigo y con lo que crecía dentro de mí, parte de mí, parte del Cosmos y de las estrellas.
La llamé Kioto, esta presencia sublime, esta fuerza que hacia de mí un ser flotando en el Cosmos. Kioto… Kioto, mi vida, mi amada Kioto… Han pasado muchos años desde aquel mes de agosto, y sin embargo sigo emocionada al recordar aquel contacto, que duró 3 semanas. Kioto, le decía, perdóname, perdóname de devolverte a este universo infinito y vacío. A esta Nada estelar.
Y aquel capullo de vida sé que me ayudó a tomar la decisión. Sé que aceptó el sacrificio.
A finales del mes de agosto, de un largo verano húmedo y pegajoso y extraño, un día, de repente, empezó a llover con fuerza, con truenos y relámpagos, a llover sin parar. Con Firgoff salí en la calle, y durante largos minutos estuve parada en medio de una agua que caía del cielo, del Cosmos, agua reparadora, agua que limpiaba y suavizaba. El perro ladraba de alegría, saltaba de alegría, era un perro que le gustaba el agua, un Labrador negro y fuerte que adoraba mojarse. Daba vueltas alrededor mío, como cantando. Yo no cantaba. Yo simplemente, Kioto, dejaba que el agua resbalase sobre mí.
13 comentarios:
una vida
de mujer...
de vidas...
non ser la misma... un camino... un caminar...
e si... punto final a quien no ama las mujeres...
abrazo serrano e poetico
poco puedo decir, por experiencia, pero creo comprender un poco, lo que esta situación puede representar. Como mínimo para respetar la dura decisión que en estas circunstancias ha de tomar la mujer.
Es terrible que ademas de la gran decisión que se debe tomar, una deba enfrentarse a leyes, incomprensión y la soledad que ello conlleva.
un abrazo muy fuerte Lydia
Has conseguido llevarnos de la mano a una situación de soledad y responsabilidad, al encuentro de una mujer con una decisión tan importante que, es fácil comprender no podrá desterrarse de la memoria. Para comprender lo que significa llevar un hijo en las entrañas es necesario ser mujer, es algo tan tuyo como no habrá ninguna otra criatura que siendo tú sea ella al mismo tiempo.
La narración es muy buena y tan sincera como si de una confesión propia se tratara. Esto es, a mi entender, buena literatura. Te felicito porque escribes muy bien.
Un abrazo.
Muchas gracias por vuestros comentarios. Creo que el aborto es un tema tabú y hay que hablar de él más y más. Parece mentira que en el Siglo XXI maten aún a aborcionistas. Ayer mataron a uno, en USA. Mi heroe, el doctor Morgentaler, tambien sufrió mucha discriminación, fué en prision, lo amenazaron. Pero siempre ganó sus batallas, que tambien fueron las batallas de las feministas que lucharon para un aborto libre. Y Morgentaler tambien luchó para que las mujeres tuviesen acceso al aborto, pudiesen tomar la decisión, libre y conciente, de abortar. Tambien hay que decir que hay feministas que estan en contra del aborto, y esto lo respeto.
Hay que demistificar el aborto y las mujeres tenemos que hablar del aborto, es un tema que nos toca de más cerca de lo que podemos creer. Tambien hay que educar, informar. Pero ya en sí, el aborto es una educación, dura y pura. Pura y dura como un cuchillo de cristal.
Un abrazo para vosotros.
Hola Lydia! lo que nunca podre comprender, que una persona que esta en contra del aborto, sea capaz de asesinar y apoye la pena de muerte.
Un abrazo muy fuerte Lydia
Vaya forma de llegar a ser adulta.
Impactante tu historia.
Un verdadero gusto leerte.
Saludos.
Salvador, bienvenido al blog. Transformarse en una persona adulta no es facil. Además no hay reglas ni escuelas, no hay libros. Solo la experiencia te transforma, poco a poco.
Un saludo,
Si una mujer da ese paso es que lo tiene que ver muy claro. Debe ser muy duro todo el proceso, es decir, decidirlo, hacerlo y aceptarlo. Es uno de esos pasos que marcan en la vida.
Gracias por compartir tu sentir con nosotros.
Un abrazo fuerte
EN QUÉ ESTRELLA ESTARÁ PARA CUIDAR DE ÉL?
No se si es verídico o ficticio, pero es un tratado de madurez.
Me ha gustado mucho además, tu manera de contarlo. Un beso Lola
Yo estoy a favor de la ley del aborto (que no existe en mi país), especialmente para: mujeres violadas (muchas con capacidades diferentes),mujeres de clase muy baja, madres de muchos hijos, (cuyos maridos no aceptan ningún anticonceptivo) y terminan muriéndo en un "aborto ilegal". etc,etc,etc.Seré sincera: nosotras no vivimos en Europa, sufrimos mucha presión de la iglesia. Necesitamos que aprueben la ley, pero fundalmente ´justicia social, que conlleva educación de los derechos de la mujer. La mejor defensa de la vida es la prevención.
Flor de Ceibo, bienvenida a mi blog. Pues claro, pero a la base es a la mujer de decidir ya que se trata de su cuerpo. Es un tema muy delicado, antes, cuando yo era mas joven, lo tenia mas claro. Ahora estoy en una especie de espacio gris, y lo que pienso es que lo que no es aceptable es estos abortos ilegales, muy peligrosos y que siguen existiendo y matando a las mujeres. Y siguen habiendo tantas injusticias para la mujer, aún. En ningun momento estoy en contra del aborto. Siempre estaré a favor, pero las mujeres tienen que decidir, no los hombres. y no la politica.
Hay que educar, y prevenir. El aborto no es un caramelo. Es una experiencia que puede marcarte para la vida. En realidad es una experiencia que te marca para el resto de tu vida de mujer. Esta marca puede ser positiva o negativa.
Un saludo y gracias por tus comentarios,
Lydia, estoy en todo de acuerdo: la mujer es la que debe tener derecho legal a decidir. Nosotras somos las que ponemos el cuerpo, y las consecuencias emocionales (positivas o negativas, como bien vos decís)
Un saludo argentino.
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